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Desde la infancia habíamos intentado sin satisfacción producir naranjilla, muchas veces llegaba hasta la floración y luego estas caían débilmente y en unos días más las hojas y tallo se secaban.
En mi familia por costumbre no solemos rendirnos, somos leales a los retos y después de muchos años, en otras tierras, somos testigos de la lozanía del fruto; tal parece que la época de cosecha debió esperar tres décadas de perseverancia e intentos continuos.
Lilia Quituisaca-Samaniego San Bernabé, Ecuador Octubre, 2021
Hace más de un año comenzó la búsqueda de un santuario vivo; entre viajes, planes, cantos y letras lo encontré. Bastó una sola visita para convencerme que sería mi refugio. Luego de todos los trámites para adquirirlo; comenzó la aventura de plasmar lo soñado, claro que siempre tengo la fortuna de encontrarme con personas extraordinarias que me aconsejan y junto a mi familia aprendemos cada día un poco más.
Así que oficialmente en el mes de agosto por la recomendación y acompañamiento de un amigo y su mamá optamos por comprar un primer lote de más de tres docenas de plantas frutales y ornamentales en el mejor vivero que tiene el cantón La Concordia, otras también fueron compradas en Santo Domingo.
Hasta hoy llevamos sembrando como un centenar de plantas frutales en tierra fecunda (cacao, café, limón, aguacate, mango, mandarina, ciruelos, chicle, uva, zapote, almendros, nuez, etc.). Además, tenemos árboles que resguardan años de historia (pambil, roble, guaba, guayaba, etc.), nos cobijan de sonidos, un coro de sinceramientos se escucha cuando destilan rocío. Sobre éstos árboles de la quebrada rondan aves con plumajes cálidos, pálidos y hasta con texturas fosforescentes y tal vez nunca terminemos de inventariar el sinnúmero de insectos, animales y demás apariciones que poco a poco nos aceptan ser parte de su tranquilidad.
Finalmente, sé que este lugar será la cuna de los que vendrán.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
(Jorge Luis Borges)
Treinta y tres años más once bisiestos,
senderos compartidos con cuatro tallos injertos.
Fue domingo, once de septiembre
cuando intercambiaron miradas talladas,
únicas promesas inscritas de los que viven.
Hogar frondoso:
lirio que nace en la aurora de agosto,
geranio bicolor apostado en octubre,
topacio salvado los días de diciembre,
cuarzo preclaro de abril, diste vida en junio y septiembre.
Brújula empalmada con evidencias,
compás de cuerda y tonada,
serenidad otorgada por 44 tiempos...
Habitaré en tus filamentos inquietos
cuando la tempestad se levante imponente
con un cántico de arrullo humedecido.
Habitaré en tus raíces prolongadas
cuando la ráfaga asesina renuncie con pavor
al oleaje mudo de teorías imprescindibles.
Habitaré en el tronco irrompible
cuando la resina atrape los dedos alargados
en el ramaje de laberintos con influjos casi yertos.
Habitaré en el follaje de vertientes frágiles
cuando el verano -de agosto- arranque las estaciones
de cada hoja bicolor donde las sílabas se entrenan.
Habitaré en los pistilos incesantes
cuando el sol calcine las membranas rígidas
y en cenizas encapsuladas se integren a la tierra.
Entonces, y solo entonces, volveré a ser nogal.
Lilia Quituisaca-Samaniego
Octubre, 2020
No es preciso descifrar los sentimientos con palabras, cuando la inocencia de un gesto simboliza más que todo eso.
Desde hace unos cuántos años el significado de la palabra MAMÁ o PAPÁ se afianza más con todo la ternura que un beso, sonrisa y mirada tierna de un hijo -un regalo-.
Consecuencia de ello es tener una familia que comprende, emprende y están por siempre para ser el soporte en cada momento de la vida.
Por todo ello, siempre JUNTOS…
Autores: Familia Quituisaca-Samaniego Ilustración: Roderick Emilio Contento Quituisaca